FRUTAS DE ANTE

Durante la Edad Media fue habitual usar los huevos para preparar y ligar las salsas, y la leche para cocer la carne, aunque los cristianos, agobiados por las continuas prescripciones de abstinencia, utilizaron con profusión la leche de almendras para estos fines, en detrimento de la de origen animal.

Para los dietistas medievales, la fruta fue considerada más medicina (preparada en compotas llamadas letuarios o lectuarios) que alimento y por esta razón se consumía siempre al principio de la comida; un uso y costumbre que se mantuvo vigente hasta el siglo XVII, momento en el que, a partir del cambio dinástico que entronizó a los borbones, la fruta pasó de «ante» a final.

Los físicos medievales creían que la fruta apenas nutría y, al corromperse con facilidad, llenaba de excrementos el estómago y otras partes del cuerpo. Distinguían entre la fruta «fugaz», que se cría de yerbas (melón, calabaza, etc.), y la que se coge de los árboles (higos, manzanas, uvas, etc.). De entre todas, la mejor era el higo maduro, caliente y muy húmedo; la peor, sin duda, la mora, que, decían, ensuciaba la sangre, engendraba incordios, carbuncos y landres.

De: "La Cocina del Cid" de Miguel Ángel Almodóvar