Palacio Konstantínovski (San Petersburgo) hoy es el Palacio de Putin

Un imponente palacio barroco, 200 hectáreas de idílicos jardines, estanques, fuentes esculpidas en piedra, puentes levadizos y canales a orillas del Golfo de Finlandia. No hablamos de una de las lujosas residencias de los zares, sino del restaurado Palacio de Constantino, conocido popularmente como "El Versalles de Putin".

A medio camino entre la antigua capital imperial, San Petersburgo, y el palacio de Peterhoff, que es el mejor ejemplo del derroche zarista que desató la Revolución Bolchevique, se encuentra la residencia marítima del presidente ruso, Vladimir Putin.

El Kremlin -una fortaleza en Moscú- es su lugar de trabajo, pero cuando regresa a San Petersburgo, su patria chica, Putin se hospeda en este palacio que mira al Báltico.

"El presidente nos visita de vez en cuando", asegura Inna Gógolina, jefa del departamento histórico del palacio. Rodeado por un verdor lujuriante en verano, cuando azota el crudo invierno ruso el hielo congela el alma de sus visitantes.

Historia

El megalómano Pedro I el Grande, el primer emperador ruso, concibió este paraje como su lugar de descanso después de que Rusia derrotara a Suecia y se asegurara una salida al mar Báltico en el año 1715.

Debía ser una especie de ventana palaciega a Occidente, símbolo de la irrupción de una nueva potencia europea. No obstante, de la noche a la mañana, abandonó la idea original y el proyecto cayó en el olvido hasta que la retomó, a finales del siglo XVIII, el príncipe Constantino, hijo de Pablo I (1807).

Desde entonces y hasta el fusilamiento de la familia imperial en 1918, el Palacio de Constantino acogió a zares, príncipes y sus familias. Destruido casi completamente durante la Segunda Guerra Mundial, las nuevas autoridades soviéticas lo reconstruyeron y le dieron uso civil y militar.

Con el advenimiento de la Rusia democrática, el palacio fue prácticamente abandonado y, a la llegada al poder de Putin en enero de 2000, presentaba un estado ruinoso. De no mediar la intervención de destacadas figuras de la cultura de San Petersburgo, la antigua residencia zarista se habría derrumbado, y la lengua de mar del Golfo de Finlandia, inundado sus antaño románticos jardines.

Dicho y hecho. Putin dio el visto bueno a la reconstrucción y, en apenas 18 meses y con la ayuda de viejos planos, pinturas, fotografías, varios miles de trabajadores y unos 300 millones de dólares, el Palacio de Constantino recuperó el esplendor perdido. Justo a tiempo para celebrar el 300 aniversario de San Petersburgo (2003). "Cinco años más y el edificio habría sido irrecuperable", señala Gógolina.

También conocido como Strelna, la localidad adyacente, la residencia barroca es ahora un palacio de congresos y uno de los destinos preferidos de los turistas. En 2006, los líderes del G8 no escatimaron elogios ante la belleza del lugar. Y es que, sea uno un jefe de Estado o un modesto visitante, el Palacio de Constantino destila lujo zarista por los cuatro costados.

La Sala de Mármol, que incluye frisos, dinteles y columnas de mármol de cuatro colores diferentes. Esa habitación formaba parte del diseño original del palacio, obra del italiano Nicolo Michetti.

La Sala Celeste, la más grande del edificio, es un claro homenaje al gusto imperial por el azul claro, a imagen y semejanza del Palacio de Invierno de San Petersburgo, actual Museo del Hermitage.

Los restauradores se han permitido alguna licencia con respecto al plan maestro del siglo XVIII, como es el caso de la Sala de Troya, que incluye un mural sobre la historia de la legendaria ciudad rival de Esparta y episodios de la vida de figuras como Héctor, Paris o la mismísima Elena de Troya, de quien se dice que era la mujer más bella de la Antigüedad.

El palacio, presidido por una estatua ecuestre de Pedro I, incluye varias sorpresas: una agradable para el paladar y otra menos reconfortante para los que se hospedan entre sus cuatro paredes.

El inmueble cuenta con unas grutas que albergan miles de botellas de los vinos preferidos por los zares Alejandro II y Nicolás I, e incluso champán de tiempos de Catalina la Grande. Esas bodegas están regentadas por un sumiller que organiza degustaciones especiales para los invitados.

Comentarios recientes

25.11 | 00:55

Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura

16.11 | 05:32

Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.

28.10 | 14:04

Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.

Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.

23.10 | 15:49

Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.

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