El toreo de los forcados

Cuenta la historia del toreo que la primera referencia documentada de juegos de toros en Portugal data del año 1258 en tiempos de Alfonso III, anotada por un prelado de Almacave y que vio en el pueblo de Lamego este antecedente, en el que se puede decir que nació el toreo de forcados portugueses. Más tarde, en 1573, el rey don Sebastián, con base en la bula pontificia del obispo de Évora, trata de proteger tanto a los forcados como a los rejoneadores, prohibiendo que los toros se lidien si no están embolados o cortados (“rasurados”) de los cuernos, por el gran número de accidentes mortales que ocurrían en aquel tiempo.


Su nombre deriva de forcado, la horquilla que llevaban antiguamente los mozos de forcado para defender al palco real en las fiestas de toros. Estos mozos, pertenecientes en un inicio a la milicia, formaban parte de la guardia real y de ellos derivan directamente los forcados, que actualmente son profesionistas y estudiantes.


Se les dice forcados porque en sus labores utilizan un bastón largo que terminaba en una horqueta, en forma de “C”, que se llama forca y que les servía para desjarretar a los toros, es decir, que largaban dicha vara a la zona del jarrete del astado, arriba de la pezuña, de ahí entonces que deriva el nombre de forcado.

Una de las suertes utilizada desde épocas pretéritas para abatir los toros en los festejos, y que ha pasado a mejor vida, era la “media luna”, que consistía en un palo como el de la garrocha o vara de detener el avance de la bestia, y que en uno de sus extremos llevaba colocada una media luna de acero cortante en su borde cóncavo.

El encargado de desjarretar se acercaba al toro por detrás, y de un golpe le cortaba los tendones de las patas traseras al toro, por supuesto esta suerte de mermar de esa manera al toro ha dejado de ser por obvias razones.


En la actualidad dentro de un grupo de forcados, está el cabo o capitán de ellos y cuando se realiza alguna de las llamadas pegas, ya sea de cara, que es la más acostumbrada, yendo hasta adelante del grupo el forcado que se forman uno tras otro a una distancia de 2 metros entre ellos, con el gorro o barrete puesto y detrás de él la primera, segunda y tercera ayudas y, el resto del equipo que en total está formado por ocho.

Otra de las pegas es de “costas” recibiendo al toro prácticamente de espaldas, y girando justo en el momento de la embestida para realizar la pega, hoy poco ejecutada por lo peligroso del ejercicio a realizar.


La de “rabo a volta”, es el famoso y vistoso rabilleo y, finalmente.


La de “cernelha” es la de perseguir a la res por el ruedo hasta alcanzarla y echársele encima por los costados, sujetándolo por la cruz.


En nuestro país a finales de los años 70, del siglo XX, nació este otro tipo de toreo a la portuguesa cuando asesorados por don Pedro Louceiro y Enrique Fraga, los hermanos Ramón, José María y Juan Carlos Fuentes, además de Pedro Louceiro II, lograron el primer grupo de Forcados Mexicanos que completaron Carlos González, Francisco Hernández, Rodolfo López, Roberto Ceja, Manuel Lazcano, Germán Lazcano, Antonio Ortega, Fernando Toca, Javier Pérez Teuffer, Iñaki Fernández, Diego Gaxiola, Eduardo Colinas y Antonio Fortes.


De este grupo, años después, se desprendieron varios elementos para formar muchos más en diferentes entidades del país.


Este tipo de toreo se le considera una de las formas más peligrosas de enfrentar a un toro, pero a respuesta de algunos de estos valientes hombres suelen decir “…más cornadas da el hambre…”. En fin, que quizás este estilo de toreo se asemeje más a las festividades minoicas, donde las jóvenes vírgenes y los mancebos, saltaban por encima del toro, o le hacían quites, sin apenas moverse, según nos lo relatan los historiadores y algunos murales que aún se conservan en el Palacio de Cnosos.


Como podemos ver, la fascinación por el toro y su relación con los humanos, no es reciente, desde los impresionantes frescos en las "Cuevas de Altamira", a la Creta minoica, llevada a Europa por la cultura grecorromana, y de allí a Hispanoamérica, el toro y el hombre han tenido una relación de contienda, desde el impresionante y salvaje Uro, hasta el renacido toro moderno, producto del cuidado del hombre que lo ama, pero que ahora este ritual se ha convertido en una especie de arte, en un ballet, en una danza mortal entre la bestia y el hombre, que perdura hasta hoy y hasta donde sabemos siempre ha sido parte de su historia.