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¡Proteged a las mujeres y a los niños! Cuando la guerra llega, los hombres van al frente y las mujeres y los niños son puestos a resguardo, en una burbuja. ¿No es cierto? Esto no hay ya quién se lo crea… No ha habido guerra en la que las mujeres hayan estado ausentes. Mucho menos en la última guerra de España, la Guerra Civil, en la que incluso participaron las famosas milicianas.
Hace más de 80 años, el 18 de julio de 1936, España sufría un golpe de Estado contra el gobierno elegido democráticamente en la 2ª República. Entonces daba comienzo una guerra civil de tres años que dejó una España destruida. Y no por el comunismo, como decían los golpistas, sino por un ejército sublevado y traidor con su patria.
En aquellos primeros días, el general Queipo de Llano daba por la radio un discurso que, a ojos de cualquiera mínimamente sensato, le señala como uno de los grandes canallas y sinvergüenzas de la historia de España.
“Nuestros valientes legionarios y regulares han demostrado a los rojos cobardes lo que significa ser hombres de verdad. Y de paso también a sus mujeres. Esto está totalmente justificado porque estas comunistas y anarquistas predican el amor libre. Ahora por lo menos sabrán lo que son hombres y no milicianos maricones. No se van a librar, por mucho que berreen y pataleen.”
Desde el primer momento los campesinos y los obreros, se armaron con lo que buenamente pillaron y se enfrentaron a los golpistas. Y como no podía ser de otra forma, las mujeres milicianas junto a ellos, por primera vez, como iguales.
Las famosas milicianas se armaron como sus maridos, sus hijos y sus hermanos. Codo con codo defendieron sus tierras, a sus familias y la libertad y la justicia que había traído la 2ª República, a tiros desde las trincheras.
Aunque posteriormente la propaganda intentó por todos los medios relacionar a las milicianas con la prostitución. -Sin duda, un intento desesperado de desprestigiarlas por parte de aquellos que las veían como enemigos poderosos y no tuvieron, a pesar de lo que declaraban en sus discursos, cojones para someterlas-. Las mujeres, las milicianas, de la República eran libres y no se dejarían doblegar con facilidad.
A pesar de ello, desde el principio, la lucha de las mujeres fue doble. De una parte, contra la amenaza fascista, y de otra contra la amenaza machista que seguía presente (y sigue hasta el presente en muchos lugares), aunque había remitido desde la instauración de la República -por ejemplo, se había conseguido el derecho a voto femenino- y había permitido que las mujeres fuesen al frente como milicianas.
Sin embargo, ello no impidió que, además de pegar tiros -como las leonas que eran- realizasen también las actividades que se les consideraban propias.
Así las milicianas también cocinaron y limpiaron en el frente, y sirvieron como enfermeras; manteniendo sus roles femeninos a la par que legitimaban la importancia de su papel en la guerra.
Pasado el verano de 1936, el Gobierno de la 2ª República consiguió reorganizar el territorio que aún no había sido ocupado. Además de establecer, en la medida de lo posible, el orden. Una de sus medidas fue la orden de regreso de las mujeres milicianas a la retaguardia.
Sin embargo, no por ello terminaba el sueño de la lucha por la libertad y la liberación de la triple esclavitud a las que habían sido sometidas… La esclavitud de la producción, la esclavitud de los derechos de la mujer y la esclavitud de la ignorancia.
No habían tenido derecho al trabajo, ni derechos ciudadanos, ni tan siquiera derecho a la educación, simplemente por ser mujeres. Aunque entonces tenían ocasión de cambiar todo aquello.
En la retaguardia se hicieron cargo, en soledad, de un país medio invadido. Un país con la mitad de la población en el frente. Y con cientos de miles de refugiados que habían huido del avance de los golpistas por la España invadida y que necesitaron de refugio y alimento. Y además tenían el deber de generar la ingente cantidad de recursos que la guerra consumía.
Así las cosas, ocuparon las producciones agrícolas y fabriles para hacer funcionar al país. Pero además se hicieron cargo de la producción de armamento, recursos y alimentos con los que se mantenía el frente. En definitiva, cuidaron de la subsistencia de la población en el frente y en la retaguardia.
Además, dirigieron las instituciones y el aparato productivo, haciendo posible el mantenimiento de aquella guerra por la libertad.
Ocuparon también funciones que no le habían sido propias hasta la República, como la política. Y otras profesiones como la locución en la radio, como corresponsales de guerra y propagandistas.
Buena parte de ellas se organizaron en multitud de grupos y asociaciones. En muchos casos eran grupos al amparo de los partidos políticos. Desde esto generaron toda una actividad complementaria, más allá de su trabajo, en defensa de la República.
Recaudaron recursos y fondos para el frente y para la gran multitud de refugiados. Crearon talleres y centros de acogida. Y, paralelamente, guarderías para permitir el trabajo de las madres.
También actividades formativas para posibilitar el acceso de las mujeres al trabajo y a la educación para permitir la emancipación real de la mujer. Entre las muchas, destacan particularmente las asociaciones de mujeres comunistas y anarquistas por su gran actividad.
Desde el principio, compaginaron las necesidades de la guerra y la reivindicación de los derechos de la mujer. Pedían igualdad salarial, derecho al trabajo, escuelas, guarderías y comedores que les permitieran el acceso real al trabajo.
Pretendían ganar derechos para cuando llegara la paz. Sin embargo, aquello les costó tremendamente caro, pues el nuevo régimen las obligó a un sometimiento de corte casi medieval.
La misma guerra que trajo la miseria a las gentes de la República, hizo aflorar resistencias. De una parte, la conciencia antifranquista, surgida de la propia lucha por la libertad. Y de otra, la muestra de solidaridad y hermanamiento de las mujeres del mundo.
Tras la llamada de socorro de Dolores Ibarruri, la Pasionaria, solicitando ayuda para los niños de la guerra, aparecen grupos en diversos lugares del mundo.
Pretendían recoger cuanta ayuda fuese posible y enviarla a España en apoyo a la República.
Surgen así, por ejemplo, grupos de hombres y mujeres en el mundo. Estos se dedican a la recolección de víveres, juguetes y medicamentos para su envío a España. Asimismo, se crean talleres en los que se confeccionan ropas para los niños y los soldados del frente. Además, organizan rifas y veladas para recaudar dinero con el que ayudar a las mujeres y los niños de la guerra. Cabe destacar que participan incluso los niños. Para ellos se crean comités por parte del Partido Comunista dedicados a recopilar ayuda. Entre otras cosas, por ejemplo, recogían periódicos viejos para venderlos.
Incluso acabada la guerra y tras el fatídico fin que tuvieron hombres y mujeres republicanos, asesinados a manos de los golpistas que finalmente se hicieron con el control de toda España, el papel de la mujer siguió presente. Continuaron en la lucha clandestina ayudando en los intentos de reconstitución de los partidos.
Resistieron en los grupos de ayuda a viudas de las cárceles y de huérfanos de la guerra.
Y ayudando a los maquis que se oponían al régimen desde el interior.
Pero, además, en elementos tan particulares como la denuncia al mundo de las condiciones inhumanas de la España franquista.
Algunas enviaban de cartas clandestinas a la Pirenaica –algunas bajo pseudónimo y otras con el nombre real. Esta mítica radio que emitía desde el otro lado de la frontera comunista, llevaba la realidad de estas mujeres.
Era un rayo de esperanza que llegaba desde el Este portando la verdad en un país en el que los medios tan solo repetían, una y otra vez, una mentira propagandista del bienestar de un país que todos sus habitantes sabían tan falso como ciertas sus miserias.
Así fueron aquellas mujeres a las que los franquistas pretendían dominar y quebrantar. Mujeres que fácilmente hubieran acabado con los atributos de aquellos “hombres de verdad”, de los que tanto se jactaba Queipo de Llano, en una canasta. Pues lo cierto es que, como bien definió Margarita Nelken…
“… a ellas no fue menester reclutarlas, ni siquiera llamarlas, sino contenerlas en su afán de colaboración.”
Durante los años de la 2ª República, la mujer salió de su letargo de opresión patriarcal y clerical y comenzó a reivindicar sus derechos de forma pública y notoria. Se crearon organizaciones de mujeres, se logró el derecho al voto femenino, se logró el derecho al divorcio, se consiguió que mujeres llegaran al Congreso y a puestos de importancia en los partidos políticos y sindicatos. Todo ello gracias a la lucha de las mujeres por reivindicar sus derechos. Pero el momento de mayor emancipación de la mujer trabajadora fue, en el lado republicano, durante los primeros momentos de la Guerra Civil.
Tras el Golpe de Estado franquista, la clase obrera luchó contra los militares reaccionarios y por transformar la sociedad. Tomó las riendas de las fábricas, de los campos, etc. Y la mujer, en ese ambiente revolucionaria, luchó como nunca por su emancipación contra la doble opresión, la de clase y la de género. Y decidió, para ello, empuñar el fusil y luchar como miliciana.
Así reflejaba el periódico Juventud el 25 de julio de 1936, los ánimos de las mujeres republicanas por luchar en el frente:
“no quieren ser solo auxiliares, quieren ser una fuerza de choque […]. Todas me dicen que quieren ir al frente, que no quieren que se las emplee solo para la Cruz Roja ni cosas semejantes, que quieren combatir”
Se crearon organizaciones como la Agrupación de Mujeres Antifascistas, dependiente del Partido Comunista, o la anarquista Mujeres Libres.
Se crearon batallones femeninos de milicianas. Incluso hubo mujeres que en el campo de batalla destacaron por su combatividad, como la anarquista Concha Pérez o Rosario la Dinamitera, a la que Miguel Hernández le dedicó un poema:
Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una desesperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.
El 5 de agosto de 1939, trece mujeres, la mayoría menores, fueron ejecutadas ante las tapias del cementerio del Este. Conocidas como las “Trece Rosas” su historia sigue viva hoy en forma de libros, teatro, documentales y cine.
Dos días antes habían sido juzgadas en el tribunal de las Salesas, junto a cuarenta y cinco compañeros más del PCE y de las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot". La sentencia fue implacable, siendo condenados a muerte cincuenta y siete de los cincuenta y ocho acusados:
“Reunido el Consejo de Guerra Permanente número 9 para ver y fallar la causa número 30,426 que por el procedimiento sumarísimo de urgencia se ha seguido contra los procesados (...) responsables de un delito de adhesión a la rebelión (...) Fallamos que debemos condenar y condenamos a cada uno de los acusados (...) a la pena de muerte”.
Todo comenzó a finales de marzo, tras la entrada de las tropas de Franco en Madrid. Con la mayoría de los dirigentes encarcelados o en el exilio, un grupo de jóvenes, hombres y mujeres, se hizo cargo de la JSU y el partido, con la intención fundamental de ayudar a los camaradas presos y a sus familias y esconder a los perseguidos.
Poco pudieron hacer, salvo la creación de algunos grupos. En mayo de 1939, casi todos los integrantes del Comité Provincial de la JSU y parte de los dirigentes del recién reorganizado PCE en Madrid habían sido ya detenidos, al igual que miles de personas cuyo único delito era ser “rojas”.
Una de las acusaciones que se les imputaron a los jóvenes de la JSU detenidos fue la colocación de unos pasquines en algunas calles madrileñas con anterioridad a la celebración del día del desfile de la Victoria que decía: “Menos Viva Franco y más pan blanco”.
A las cuatro de la madrugada del día cinco de agosto, un camión viejo y destartalado se detenía ante la puerta de la cárcel de Ventas. Poco después salieron las trece jóvenes que desde hacía varias horas permanecían en capilla. Según comentaría María del Pilar Parra, una presa que se encontraba en aquel momento asomada a la ventana:
"Pasaban repartidores de leche con sus carros. La Guardia Civil los apartaba. Las presas iban de dos en dos; tres guardias civiles escoltaban a cada pareja. Las presas fueron subidas en grandes camiones. Desde donde yo estaba, en el cuarto piso, no se las podía ver con claridad. Pero parecían tranquilas. Llevaban la cabeza muy levantada". Primero fueron fusilados los hombres y posteriormente las mujeres. Los tiros de gracia de "Las trece Rosas" se oyeron hacia las ocho.
Sobre la mesa del despacho de Carmen Castro, directora de la cárcel de Ventas, quedaron las solicitudes de indulto que cada una de las condenadas había redactado el día 3, al volver de la vista en las Salesas, para pedir clemencia al Caudillo, y que la directora no había querido tramitar.
En realidad, se trataba de un acto de venganza del franquismo por la muerte del oficial de la guardia civil Isaac Gabaldón, su hija y el conductor en las cercanías de Talavera de la Reina, según señalaba el diario ABC en su edición del día 6 de agosto:
"Decisiva e inflexible, la Justicia ha quedado cumplida en sus leyes más elementales con motivo del espantoso crimen que hace muy pocos días costó la vida, por España, al comandante de la Guardia Civil D. Isaac Gabaldón, a su hija, de diecisiete años, y al agente conductor D. José Luis Díez. A las pocas horas del atroz suceso –atroz, además, por las circunstancias en que se produjo- habían sido detenidos, no solamente todos los ejecutores materiales, sino una compacta y considerable banda de inductores, reclutados en los fondos más siniestros del marxismo y de la criminalidad social, alentados desde algunos centros tenebrosos de la revolución comunista. Respecto de esta banda de inductores, quedó cumplida, en la mañana de ayer, la sentencia que dictó el Consejo de guerra correspondiente."
Es de entender que la justicia fascista, no transigía, usaban el viejo adagio, “Muerto el perro se acabó la rabia”, tras el temor de que las insurrecciones siguieran, no había miramientos las estrategias fascistas fueron al menos cinco.
- Los “Rojos”, eran la mismísima representación del diablo, que engañaban a los hombres de bien a pasarse a sus huestes y cuyas mujeres liberales eran “putas” y la lacra del mundo.
- -Por consiguiente, no se negociaba con ellos, al principio, sin miramientos no se tomaban prisioneros de guerra, ahí mismo se les capturaba y fusilaba.
- Luego todos esos hombres y mujeres que se militarizaron, muchos de ellos fueron juzgados y fusilados, otros fueron presos en calidad de esclavos a trabajos forzados, como construir el “Valle de los Caídos” en donde ninguno de ellos fue enterrado.
- Asustar a la sociedad civil que se mantuvo en forma pacífica y timorata de que los “Rojos”, atentaban contra los hombres de bien y contra la Ley de Dios (¿Dios? no creo que haya tenido nada que ver en los asesinatos en su nombre como los bombardeos irresponsables hechos por los fascistas nacionales, nazis e italianos de Guernica, Madrid, Cuenca, etc. donde los muertos eran civiles, más que militares).
- De esa manera se planeó y creó la naciente renovada sociedad española de la postguerra, con reglas machistas y victorianas y por supuesto temerosas de Dios.
Así se puede ver en las notas de este extracto del periódico ABC, como se ensalzaba la justicia nacionalista ante los “terribles desmanes” de un grupo de jóvenes que fácilmente pudieron ser castigados por su pecado de rebeldía con la prisión y no usarla como escarmiento para someter al resto de la población, así pues, era la justicia del Dictador Francisco Franco y de la mayoría de sus apoyos golpistas. Como dice el título de la nota adjunta.
Comunista, natural y vecina de Madrid. Modista de 24 años. Afiliada al PCE desde diciembre de 1936, durante la guerra estuvo trabajando en talleres de intendencia en Valencia.
Entre mayo y agosto de 1939 formó parte de la dirección del partido comunista en Madrid, tras la detención de Matilde Landa y antes de la llegada de Enrique Sánchez García.
Encargada por los dirigentes del comité nacional clandestino de elaborar un plan de trabajo político destinado a las mujeres, el programa elaborado la señala como una mujer interesada no sólo por la creación de espacios exclusivamente femeninos y especializados en tareas de solidaridad y asistencia -como la propuesta de creación de la "Unión de Mujeres contra la Guerra"-, sino por el desarrollo político de las militantes.
Detenida, el 17 de mayo de 1939 ingresó en la cárcel de Ventas. Fue una de las 13 jóvenes, conocidas como "Las Trece Rosas", de un conjunto de 56 personas ejecutadas el 5 de agosto de 1939 frente a la tapia del cementerio madrileño del Este, La Almudena.
Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot".
Según comentaría María del Pilar Parra, una presa que se encontraba en aquel momento asomada a la ventana y las vio salir:
"Pasaban repartidores de leche con sus carros. La guardia civil los apartaba. Las presas iban de dos en dos; tres guardias civiles escoltaban a cada pareja. Las presas fueron subidas en grandes camiones. Desde donde yo estaba, en el cuarto piso, no se las podía ver con claridad. Pero parecían tranquilas. Llevaban la cabeza muy levantada". Primero fueron fusilados los hombres y posteriormente las mujeres. Los tiros de gracia de "Las trece Rosas" se oyeron hacia las ocho.
Natural de Gilbuena (Ávila); vecina de Chamartín de la Rosa (Madrid). Modista de 22 años.
En marzo de 1937 entró en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Hasta finales de 1938 estuvo cosiendo en un taller de su organización y posteriormente trabajó en un comedor social hasta el final de la guerra. Integrante de un grupo creado en Chamartín de la Rosa, Madrid, por Julián Muñoz Tarraga, al mando de Sergio Ortiz González, para tomar parte en los trabajos clandestinos de la JSU. Ingresó el 6 de junio de 1939 en la cárcel de Ventas, siendo enviada al departamento habilitado para menores de edad.
Se las acusaba de intentar reconstruir a la JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot". Carmen Machado evocaba así el momento en que Martina Barroso, Anita López y Victoria Muñoz volvieron de juicio, ya sentenciadas a muerte:
"Ellas fueron a juicio el día tres; cuando vinieron por la noche, era muy tarde, vinieron con pena de muerte, y entonces se vio rápidamente que aquel asunto era muy serio y, además, muy rápido por la forma en que se las había juzgado, sumario de urgencia… Como mi letra era clara, la noche del cuatro estuvimos haciendo instancias, porque todavía el gobierno de Franco en Burgos y aquella mañana del cinco tenían que venir muy temprano familiares de estas chicas para ir a llevarlas rápidamente, solicitando el indulto".
Comunista, natural de San Sebastián; vecina de Madrid. Hija de un próspero empresario francés, era la mayor de tres hermanas; casada con Enrique García Mazas “Aguado”, uno de los encargados en el sector Sur de la JSU de la recolección de armas perdidas durante la guerra o que algún camarada pudiera tener en su casa.
Trabajó como pianista y, tras su boda, como costurera en su casa. Miembro del Comité Provincial del PCE. Tenía 29 años cuando ingresó en la cárcel de Ventas el 24 de mayo de 1939.
Al parecer la primera descarga dejó con vida a Blanca Brisac, que gritó pidiendo auxilio hasta que fue rematada. Su marido había sido detenido con ella y condenado a muerte en el mismo proceso, siendo fusilado unas horas antes que Blanca.
Se les acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot". Según el testimonio de Manuela de la Hera, en su casa se celebraban
"[…] reuniones clandestinas a las que acuden individuos afiliados al Partido Comunista, en las que tratan de preparar un complot para atentar contra el Generalísimo en el día que se verifique el desfile en Madrid".
La hipótesis del atentado fue finalmente descartada por las autoridades judiciales, ya que no figura en el texto de la sentencia dictada el 3 de agosto.
Carta de Blanca Brisac a su hijo
“Querido, muy querido hijo de mi alma. En estos últimos momentos tu madre piensa en ti. Sólo pienso en mi niñito de mi corazón que es un hombre, un hombrecito, y sabrá ser todo lo digno que fueron sus padres. Perdóname, hijo mío, si alguna vez he obrado mal contigo. Olvídalo, hijo, no me recuerdes así, y ya sabes que bien pesarosa estoy.
Voy a morir con la cabeza alta. Sólo por ser buena: tú mejor que nadie lo sabes, Quique mío.
Sólo te pido que seas muy bueno, muy bueno siempre. Que quieras a todos y que no guardes nunca rencor a los que dieron muerte a tus padres, eso nunca. Las personas buenas no guardan rencor y tú tienes que ser un hombre bueno, trabajador. Sigue el ejemplo de papachín.
¿Verdad, hijo, que en mi última hora me lo prometes? Quédate con mi adorada Cuca y sé siempre para ella y mis hermanas un hijo.
El día de mañana, vela por ellas cuando sean viejitas. Hazte el deber de velar por ellas cuando seas un hombre. No te digo más. Tu padre y yo vamos a la muerte orgullosos. No sé si tu padre habrá confesado y comulgado, pues no le veré hasta mi presencia ante el piquete. Yo sí lo he hecho.
Enrique, que no se te borre nunca el recuerdo de tus padres. Que te hagan hacer la comunión, pero bien preparado, tan bien cimentada la religión como me la enseñaron a mí. Te seguiría escribiendo hasta el mismo momento, pero tengo que despedirme de todos. Hijo, hijo, hasta la eternidad. Recibe después de una infinitud de besos el beso eterno de tu madre."
Natural de Sos del Rey Católico (Zaragoza); vecina de Madrid, vivía desde los cuatro en casa de sus tíos, en la calle Príncipe de Vergara.
Modista de 26 años, trabajaba en un taller que cosía para gente “bien” por un escaso jornal que la obligaba a prolongar su jornada en casa si quería llegar a fin de mes, ya que la muerte de su tío había convertido su salario en el único ingreso de la familia.
Nada más iniciada la guerra, Pilar se ofreció voluntaria para trabajar como voluntaria en una de las numerosas casas-cuna que se abrieron en la ciudad para acoger a los niños huérfanos y atender a los hijos de los milicianos que iban al frente.
El 25 de noviembre de 1936 ingresó en el PCE. Empezó a llevar las cuentas del Radio Norte, siendo elegida para formarse como dirigente en la Escuela de Cuadros del partido, de donde salió como secretaria de organización del Radio Norte (zona de Cuatro Caminos).
Al acabar la guerra entró en contacto con Federico Bascuñana, trabajando con éste en la dirección del sector Norte (zona de Cuatro Caminos). En una reunión celebrada en un descampado, cerca del depósito de aguas del Lozoya, a la que asistió entre otros Enrique Castro, se decidió crear un Comité Provincial, determinándose que el sector Norte, ante la desorganización existente, asumiera sus funciones.
Pilar fue nombrada responsable de organización del Comité de Madrid, encargándose de elegir enlaces y dirigentes para los sectores. Una labor complicada por la feroz represión que vivía la ciudad. Su domicilio se convirtió en el centro de reunión de la nueva dirección del partido. Fue detenida el 15 de mayo de 1939 junto a Federico Bascuñana, ingresando en la cárcel de Ventas dos días más tarde.
Natural de Oviedo; vecina de Madrid. Modista de 19 años. Ingresó en las Juventudes Socialista Unificadas (JSU) en 1936/1937; gran aficionada al deporte, llegó a ser secretaria deportiva del Sector Oeste.
Fue detenida, junto a un numeroso grupo de militantes de la JSU, acusado, entre otras cosas, de la colocación de pasquines en algunas calles madrileñas con anterioridad a la celebración del día del desfile de la Victoria que decían:
"Menos Viva Franco y más pan blanco". Ingresó en la cárcel de Ventas el 18 de mayo de 1939. Según señala Hernández Holgado, en el auto-resumen de fecha 7 de julio se menciona, como cargo en su contra, el de "haber sido cobradora de tranvías durante la dominación marxista". Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot".
El 4 de agosto, Julia Conesa mandó una carta a su madre en la que la pedía que fuera a las Salesas a ver las "tablillas de penados" y solicitara cuanto antes el indulto, en compañía de las madres de sus amigas Adelina García y Julia Vellisca.
También la pedía avales que adjuntar a las firmas de vecinos que testificaran su buen comportamiento, y solicitara la revisión de causa para las tres. Si bien aún se estaba a tiempo a tramitar el indulto, lo cierto es que ni la directora de Ventas, Carmen Castro, llegó a cursar las instancias de indulto entregadas al capellán, ni se esperó el enterado de Franco, el cual se firmó el día 13 de agosto, ejecutándose la sentencia el día 5.
Adiós de Julia Conesa a su familia:
“Madre, hermanos, con todo el cariño y entusiasmo os pido que no me lloréis nadie. Salgo sin llorar. Cuidar a mi madre. Me matan inocente, pero muero como debe morir una inocente
Madre, madrecita, me voy a reunir con mi hermana y papá al otro mundo, pero ten presente que muero por persona honrada
Adiós, madre querida, adiós para siempre.
Tu hija, que ya jamás te podrá besar ni abrazar.
Besos para todos, que ni tú ni mis compañeras lloréis.
Que mi nombre no se borre en la historia.”
Natural de Hoyocasero (Ávila). Modista de 19 años. Pertenecía a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) desde primeros de 1937. Ingresó en la cárcel de Ventas el 18 de mayo de 1939. A pesar de contar con menos de 21 años no fue a parar al departamento habilitado para menores, creado a iniciativa de María Sánchez Arbós.
Encargada de repartir las cartas entre las presas. Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot", como la colocación de pasquines, con anterioridad a la celebración del desfile de la Victoria, con la siguiente leyenda: "Menos Viva Franco y más pan blanco"
Natural y vecina de Madrid. Ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) en 1937. Al final de la guerra se encontraba en Murcia, desde donde regresó a Madrid a primeros de abril de 1939. Junto a Victoria Muñoz se integró en un grupo de la JSU madrileña en Chamartín de la Rosa cuyo secretario general era Manuel González Gutiérrez. Ingresó en la cárcel de Ventas el 3 de junio de 1939. A pesar de tener menos de veintiún años no fue destinada al departamento habilitado para menores de edad en la cárcel. Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en “actos de sabotaje e intentos de complot”. Tenía 20 años.
Vecina de Madrid. Modista de 19 años. Afiliada a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) en agosto de 1936, fue secretaria femenina del club "Pablo Vargas" antes de pasar a la Comisión de Organización de Comité Provincial. El 27 de marzo de 1939 fue elegida como nuevo miembro del Comité Provincial de la JSU madrileña. Ingresó en la cárcel de Ventas el 17 de mayo de 1939. A pesar de tener menos de veintiún años no fue destinada al departamento habilitado para menores de edad en la cárcel. Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot". Novia de Valentín Ollero, encausado y fusilado en el mismo proceso, quien dirigía el sector Oeste. Mientras estuvieron encarcelados mantuvieron contacto por escrito, confiando ella en verle antes de la ejecución. Sin embargo, cuando llegaron las chicas al cementerio, los chicos ya habían sido fusilados.
Natural de La Carolina (Jaén); vecina de Madrid. Modista de 21 años. Estudió en la Escuela Nacional de Castillejos, en el barrio de Tetuán. Seis años de enseñanza primaria antes de aprender corte y confección. Militante de la JSU, durante la guerra fue secretaria femenina del Radio de Chamartín de la Rosa. En febrero de 1937 conoció a Francisco Agudo, en una de sus visitas al frente para aprovisionar de ropa a los jóvenes que luchaban contra el fascismo. El 1 de abril de 1939, el batallón San Quintín entraba en Madrid por Chamartín y acampaba frente a su casa. Fueron días de miedo y angustia.
Sin nada que comer, su padre recogía llantas de coche, y ella y sus hermanos iban al frente a por tablones para hacer leña, o aguardaban largas colas para conseguir una barrita de pan y una sardina del Auxilio Social.
Amiga de Martina Barroso salían cada tarde a pasear por el barrio, y fue así como se encontraron con Julián Muñoz Tárrega, al que conocían de la JSU.
Entusiasmado, Julián les contó que la JSU volvía a funcionar en el barrio y les pidió que se incorporaran al grupo que dirigía Sergio Ortiz en Chamartín de la Rosa, del que también formarían parte Luisa Rodríguez, Victoria Muñoz y Elena Gil Olaya. El 6 de junio de 1939 ingresó en la cárcel de Ventas. Fue a parar al departamento habilitado para menores de edad, creado a iniciativa de María Sánchez Arbós, presa por aquel entonces. Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot".
Natural de Trubia (Asturias), donde estaba destinado su padre, comandante del Ejército; vecina de Madrid. Estudiante de 23 años. La más pequeña de cuatro hermanos huérfanos de padre y madre desde 1931.
Se afilió a la JSU en septiembre de 1936, ocupando los puestos de secretaria de cultura del sector Este y ayudante del secretario administrativo del Comité Provincial. El 23 de marzo de 1939, Ignacio Gallego, uno de los dirigentes de la JSU que aún permanecían en Madrid, dejó las riendas de la organización en manos de Severino Rodríguez, siendo nombrada Joaquina responsable de Agitación y Propaganda.
Tras la llegada de José Pena a Madrid, en abril de 1939, éste asumirá la dirección, con Joaquina López como secretaria femenina y encargada de los enlaces.
Con el objetivo de adquirir fondos para hacer frente a los diferentes gastos que tenían, Severino Rodríguez, Joaquina López, Sinesio Cavada, Rubén Muñoz y Nieves Torres planearon asaltos a varios cines, como el de Tetuán y el Europa o a la estación de Cuatro Caminos para quedarse con la recaudación. El intento que estuvo más preparado fue el atraco a una tienda de combustibles de la calle Dulcinea para apoderarse de la recaudación.
Justo en el momento de entrar en el establecimiento reconocieron a varias personas sospechosas, decidiendo no seguir, ante el temor a ser denunciados.
Fue detenida el 18 de abril de 1939, junto a sus tres hermanos, su cuñada y una amiga que había ido a verla: Concepción Pérez. Ingresó en la cárcel de Ventas, donde también se encontraban sus hermanas Lola, condenada a veinte años de reclusión, y María a seis. Se la acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot".
Comunista, natural y vecina de Madrid. Modista de 20 años. Tercera de los seis hijos de una familia del barrio de Cuatro Caminos. Su padre era militante de la UGT.
Durante la guerra, hizo de todo en la retaguardia, desde prestar auxilio a familias necesitadas, o hacer de enfermera en el hospital de las Brigadas Internacionales, a empuñar un rifle en el frente, en el batallón Octubre.
Se afilió al PCE en abril de 1938, después de que un obús matara a su hermana Pepita y a otros niños que jugaban en un descampado próximo a su domicilio.
Trabajó para el partido como mecanógrafa en el sector de Chamartín de la Rosa. Amiga de Pilar Bueno, al acabar la guerra colaboró con ella, actuando como enlace entre los dirigentes del partido que se quedaron en Madrid. Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot". Según refiere María Manzanero, hermana de Dionisia, cuando llegaron a la cárcel el día 5 a recoger firmas solicitando el aplazamiento de sentencia, les dijeron que ya las habían fusilado.
De Ventas se fueron directamente al cementerio:
“No había nadie por allí. Los guardias no estaban y entramos al depósito, sin que nadie nos viera. Entonces, ¡Dios mío!, las vimos metidas en las cajas de madera. No me fijé en cuantas eran, sólo buscaba a mi Dioni. Tampoco sé el tiempo que estuvimos allí. Sólo sé que llegó un cura y al vernos llorando y dando gritos, nos obligó a salir”.
Carta de Dionisia Manzanero a su familia
“Queridísimos padres y hermanos. Quiero en estos momentos tan angustiosos para mí poder mandaros las últimas letras para que durante toda la vida os acordéis de vuestra hija y hermana, a pesar de que pienso que no debiera hacerlo, pero las circunstancias de la vida lo exigen.
Como habéis visto a través de mi juicio, el señor fiscal me conceptúa como un ser indigno de estar en la sociedad de la Revolución Nacional Sindicalista. Pero no os apuréis, conservar la serenidad y la firmeza hasta el último momento, que no os ahoguen las lágrimas, a mí no me tiembla la mano al escribir. Estoy serena y firme hasta el último momento. Pero tened en cuenta que no muero por criminal ni ladrona, sino por una idea.
A Bautista le he escrito, si le veis algún día darle ánimos y decirle que puede estar orgulloso de mí, como anteriormente me dijo.
A toda la familia igual, como no puedo despedirme de todos en varias cartas, lo hago a través de ésta. Que no se preocupen, que el apellido Manzanero brillará en la historia, pero no por crimen.
Nada más, no tener remordimiento y no perder la serenidad, que la vida es muy bonita y por todos los medios hay que conservarla.
Madre, ánimo y no decaiga. Vosotros ayudar a que viva madre, padre y los hermanos. Padre, firmeza y tranquilidad.
Dar un apretón de manos a toda la familia, fuertes abrazos, como también a mis amigas, vecinos y conocidos.
Mis cosas ya os las entregarán, conservar algunas de las que os dejo.
Muchos besos y abrazos de vuestra hija y hermana, que muere inocente.” Dioni.
Natural y vecina de Madrid. En 1936 se incorporó a las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Al acabar la guerra su amigo Julián Muñoz Tárrega la incorporó al grupo que dirigía Sergio Ortiz en el sector de Chamartín de la Rosa, del que también formaron parte Ana López, Elena Gil, Luisa Rodríguez y Martina Barroso.
Victoria era la hermana de Gregorio Muñoz "Goyo", responsable “militar” del sector, y no costó mucho convencerla.
Tenía dieciocho años al ingresar en la cárcel de Ventas el 6 de junio de 1939. Su hermano Juan había muerto en comisaría a consecuencia de las palizas recibidas y su otro hermano, Gregorio, había sido fusilado el 18 de mayo. Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en “actos de sabotaje e intentos de complot”. Su hermano mayor, Juan, había muerto días antes como consecuencia de las torturas sufridas en comisaría.
Comunista, natural y vecina de Chamartín de la Rosa (Madrid).
Modista de 18 años. Ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU) al declararse la guerra, colaborando en trabajos de retaguardia. Al acabar la guerra se encontró un día con Julián Muñoz mientras paseaba por la que había sido Avenida de la Libertad, en el barrio de Tetuán, junto a su amiga Antonia Torres. Julián les informó que la JSU se había vuelto a organizar, animándoles a unirse al grupo dirigido por Sergio Ortiz en Chamartín de la Rosa, del que también formaría parte Ana López, Victoria Muñoz, Elena Gil, y Martina Barroso.
Fue detenida el 28 de abril de 1939, denunciada por el agente de Policía Manuel Fernández, que conocía de su filiación comunista durante la guerra.
Según sus declaraciones, Julián le habría ofrecido el cargo de jefe de un grupo del sector de Chamartín de la Rosa, para el que tenía que buscar a cinco jóvenes dispuestos a formar parte de él.
Cuando fue detenida tan sólo había tenido tiempo de convencer a su primo Isidro Hernández de la Fuente, secretario del Círculo de Vicente Barrios. Ingresó en la cárcel de Ventas en mayo de 1939. Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot”.
Comunista, natural y vecina de Madrid. Trabajadora de una fábrica de sobres de 19 años.
En octubre de 1936 ingresó en las Juventudes Socialistas Unificadas (JSU). Tras la guerra civil, formó parte de un grupo, al mando de Sergio Ortiz, organizado en Chamartín de la Rosa (Madrid), para tomar parte en los trabajos clandestinos de la JSU pero no llegaron a realizar ninguno porque fueron detenidos rápidamente. Fue encarcelada en la prisión madrileña de Ventas el 3 de junio de 1939.
Se las acusaba de intentar reconstruir a las JSU, así como de intervenir en "actos de sabotaje e intentos de complot". Antonia Torres fue ejecutada el 19 de febrero de 1940. La causa de tal retraso se debió a que figuraba, por error, como Antonio Torres Yera, debiéndose comprobar su auténtica identidad.
Comentarios recientes
25.11 | 00:55
Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura
16.11 | 05:32
Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.
28.10 | 14:04
Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.
Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.
23.10 | 15:49
Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.