A Relax Place
Tras la caída de la Dictadura de Primo de Rivera, así como el evidente fracaso de la “Dictablanda” del general Berenguer, Alfonso XIII nombró al almirante Juan Bautista Aznar encargado de formar gobierno para tratar de sortear las dudas y malestar general de la sociedad.
Aznar convocó entonces elecciones municipales el 12 de abril de 1931. Estas elecciones estaban a un paso de elegir a unos ochenta mil concejales en los ayuntamientos de España, pero además tenían otro papel, ver si la continuidad de la Monarquía era posible o no.
Si bien los resultados han sido objeto de debates historiográficos hasta nuestros días, lo cierto es que se puede realizar una lectura más o menos clara de lo que pasó. Aunque el cómputo total de votos fue favorable para los partidos monárquicos, las fuerzas republicanas obtuvieron una victoria aplastante en las principales ciudades españolas, dejando por tanto el voto monárquico para los núcleos rurales. Esto podría ser debido a que, en estas zonas rurales, la gente estaba sometida a un control caciquil.
El resultado evidenciaba una falta de confianza total y absoluta para con la monarquía, algo que Alfonso XIII no pudo obviar. Así, el monarca terminó retirándose, sin abdicar oficialmente, dando paso a la conocida como Segunda República Española, que comenzaba así el 14 de abril de 1931 y que terminó el 1 de abril de 1939.
Esta República fue recibida por una gran parte de la población con alegría y esperanza, pues ansiaban una reforma política, económica y social, algo de vital importancia en la España de esos días.
Así pues, en los comienzos de esta esperanzadora Segunda República se dieron pasos tan importantes y necesarios como la aprobación de una nueva Constitución, la del año 1931.
Tras un Gobierno Provisional presidido por Nieto Alcalá Zamora, en junio de 1931 tuvieron lugar las elecciones a Cortes Constituyentes. En esta ocasión la clara mayoría fue para la coalición republicano-socialista. Así, la constitución que se aprobó en diciembre de este mismo año reflejaba sus ideas.
Se declaraba el estado español como una República democrática de trabajadores de todas clases. Además, se prometía el derecho a voto a las mujeres españolas, adoptando por tanto un sufragio universal masculino y femenino.
En el marco de los derechos y libertades se daban pasos agigantados en temas de divorcio, equiparación de hijos legítimos e ilegítimos, así como en el derecho a la educación.
El poder legislativo recaería a partir de ahora en manos de las Cortes unicamerales. Asimismo, el poder ejecutivo era trabajo de un presidente de la República, con pocos poderes, y un Jefe de Gobierno nombrado por el Presidente, el cual debía contar con la aprobación de las Cortes.
Finalmente, el poder judicial era cuestión de los tribunales de justicia.
Otros puntos importantes de esta constitución hacían posible, por primera vez en la historia de España, establecer el derecho de las regiones a establecer Estatutos de Autonomía.
Por último, en la cuestión religiosa, se creaba un estado laico, algo que sin lugar a dudas fue uno de los principales problemas con los que se enfrentaría la Segunda República durante su recorrido.
Hablando de la historia de Asturias todo el mundo se remonta a Don Pelayo y la Batalla de Covadonga. Sin embargo, ha habido otros episodios significativos que han marcado el devenir de esta región. Uno de ellos es el que nos traslada en el tiempo hasta octubre de 1934, cuando se produce el alzamiento socialista contra la república española, y que tuvo repercusiones trascendentales en una ciudad como Oviedo.
La Revolución de Octubre o Revolución de Asturias fue uno de los grandes preludios de la Guerra Civil que se desarrollaría poco tiempo después. Asturias venía siendo hasta la fecha la primera provincia de todo el Estado español con mayor número de huelgas. Más del 50% de su población era obrera, especialmente dedicada al sector de la minería. La situación política y social tan caótica lleva precisamente al levantamiento y las revueltas.
La insurrección en la Asturias de 1934 tiene como fin relevar por la fuerza al gobierno republicano de derechas y establecer un régimen socialista que beneficiara a la casta obrera. En todas las ciudades y pueblos de la región se producen diversos movimientos de ocupación para iniciar el avance hacia Madrid. Sin embargo, la intervención del ejército republicano y la represión contra los insurrectos y manifestantes fueron tremendos.
Esta revolución asturiana se enmarca dentro de un proceso más amplio que ocurrió en todo el Estado español y que se denominó la Revolución de 1934. Pero al ser en Asturias donde tuvo un mayor énfasis se la cita como ejemplo del levantamiento. Los mineros, al disponer de armas y dinamita, llevaban mucho mejor organizada la revolución. Durante casi tres días se hacen con el poder en toda la región, por lo que el gobierno considera la revuelta como una guerra civil en toda regla.
Las medidas que se toman contra el alzamiento son enérgicas. Se solicita la presencia de las tropas de la Legión y los Regulares, acuarteladas en Marruecos, para aplastar a los insurrectos. A tal punto llegó el asunto que la ciudad de Oviedo quedó destruida en buena parte, incendiándose la Universidad, el Teatro Campoamor y dinamitándose la Cámara Santa de la Catedral.
A día de hoy no se sabe a ciencia cierta el número de fallecidos durante la contienda. Se cree que rondaron más de dos mil, incluyendo sacerdotes, mineros, población civil, etc… Muchos edificios de ciudades como Gijón u Oviedo quedaron destruidos y se perdieron muchos documentos y reliquias.
Se conoce como Revolución de 1934 (o Huelga General Revolucionaria de 1934) los sucesos revolucionarios que tuvieron lugar en España, sobre todo en Cataluña y en Asturias (en este último foco fue donde tuvieron lugar los acontecimientos más graves), durante el período que va entre los días 5 y 19 de octubre del citado año 1934, mientras estaba en el poder el Bienio Radical-Cedista de la Segunda República.
Alentado por importantes personalidades tanto del PSOE como de la UGT (Largo Caballero, Indalecio Prieto), así como por el Partido Comunista de España (PCE) o, de manera más irregular, por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT).
El pistoletazo de salida la dieron las elecciones generales del año 1933, en las que el Partido Radical liderado por Alejandro Lerroux forma gobierno apoyado por la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), con una ideología clerical, conservadora y claramente antirrepublicana; siendo el partido más votado, se convirtió en la principal fuerza minoritaria de la Cámara.
Será en octubre de 1934 cuando esta le niegue la confianza al gobierno de Lerroux y pida entrar a formar parte participante del mismo. Alcalá-Zamora, por entonces presidente de la República y haciendo caso omiso de los temores que este hecho le inspiraba, concede que Lerroux incluya a 3 ministros de la CEDA.
Ante esto, los partidos de izquierda (sobre todo el PSOE) se sintieron profundamente decepcionados y no aceptando tal nombramiento, deciden actuar. El día cinco de dicho mes la UGT declara, pues, la Huelga General que fue seguida de forma irregular a lo largo del territorio español.
El foco más importante fue el de Asturias (donde estos hechos se conocen como “Ochobre del 34”) gracias a la formación de alianzas obreras y a que los mineros disponían de armas y dinamita, haciendo que el proceso revolucionario estuviese realmente bien organizado.
En Oviedo se llegó a proclamar la “República Socialista Asturiana” y alrededor de 30,000 trabajadores forman el “Ejército Rojo Asturiano”.
Las dos semanas que duró arrojan cifras impresionantes: miles de muertos, represaliados y heridos y ciudades, como la de Oviedo, totalmente arrasadas.
Desde el poder se consideró esta revuelta como una auténtica Guerra Civil y, aún hoy en día, los historiadores siguen debatiendo acerca de ella.
Esta imagen muestra la dureza del camino hacia Francia. Sin embargo, hay otras fotografías del exilio español que incitan a la reflexión. En medio de las hileras silenciosas de rostros cansados, cuerpos envejecidos y almas tristes, aquí y allá emergen figuras que mantienen una serenidad que no claudica, que llega incluso a mostrarse sonriente y hasta diríamos esperanzada.
Si aquellas gentes fuesen cristianos perseguidos en el Imperio Romano, hablaríamos tal vez de la esperanza de los vencidos.
Pero un soldado no es un mártir. Si detrás de cada niño hambriento o mujer dolorida por la pérdida de su hijo se atisbaba la firmeza de un combatiente republicano, era tan sólo porque de algún modo no creía que la guerra estuviese perdida, no suponía que la cruzada del nacionalcatolicismo pudiese sobrevivir sin la ayuda de los fascismos europeos.
Por eso, las caras relativamente alegres de unos pocos esconden una tragedia mayor que los rostros descompuestos de la mayoría. Los que no se hacían ilusiones pudieron despedirse de un paisaje al que no regresarían. Quienes confiaban en la victoria final, en cambio, sólo comprenderían a mucha distancia de su hogar, arrojados en tierra extraña, humillados y proscritos, que jamás volverían a España a no ser para morir en una cárcel.
Fue en enero de 1939 cuando los nacionales se hicieron con Cataluña. Entonces medio millón de españoles, procedentes de muy diversa geografía, cruzaron la frontera francesa en apenas dos semanas. Como dijo alguien, era todo un pueblo el que se exiliaba ante la indiferencia planetaria. Es muy triste recordar la actitud de las democracias europeas de la época ante el conflicto español. O podían, pero no querían, o ni querían ni podían, sacrificando la razón de los vencidos en aras de una Realpolitik que al final no evitó la Guerra Mundial.
Y, sin embargo, los exiliados volverían a las armas para luchar junto a los aliados.
Ellos tenían poderosos motivos. No lo hacían por consignas retóricas de una libertad en abstracto, sino que luchaban por recuperar «estos días azules, y este sol de la infancia», últimos versos de un Machado que, caminando entre la polvorienta multitud, regresaba a la verdad luminosa de la niñez en las postrimerías de la muerte. No hay mejor metáfora para el exilio español, esa delicada flor de invierno que tanto nos conmueve.
En la noche del 5 al 6 de marzo de 1939, el coronel Segismundo Casado jefe del Ejército del Centro que defiende Madrid, habló por teléfono con Negrín, presidente del gobierno de la Zona Republicana y le comunicó que se ha sublevado contra él; Negrín, se lo piensa y decide no resistir, sino huir de España.
Cuando recibió esta llamada, Negrín se encontraba en Elda (Alicante), decide informar al ministro comunista Álvarez del Vayo, en el cuartel general del Partido Comunista en Elda, cuyo presidente era el ministro de Agricultura Vicente Uribe.
El Dr. Negrín, presidente del gobierno de la República, tiene que ir en persona a dar cuenta de lo que pasa al Partido Comunista y recomendarles que se protejan, ya que el final de la Guerra Civil está cerca.
Madrid se convirtió entre el 5 y el 13 de marzo, en el centro de una pequeña guerra civil, dentro de la Guerra Civil. Casado se había negado a ir a Elda, cuando Negrín le convocó a una reunión en el Cuartel General Comunista.
Durante estos días, la obstinación de Negrín por continuar con la sangrienta e inútil Guerra Civil y la firme decisión de Casado y Besteiro, para pararla, convirtió el centro de Madrid en la primera línea de fuego del frente de guerra. Casado quería iniciar negociaciones de capitulación con el Cuartel General de Franco y los comunistas se oponían.
Por las calles del centro de Madrid, se disparaba unos a otros, todos eran soldados del Frente Popular. Tanques y piezas de artillería disparando por la Castellana, Recoletos, José Abascal, eran ejércitos el mismo bando: los comunistas de Negrín contra los socialistas y anarquistas de Casado, Besteiro y Cipriano Mera
Durante las negociaciones de la Junta del coronel Casado con el Cuartel general de Franco se habló de la evacuación al extranjero de cuantos quisieran marcharse, especialmente los que más tuvieran temor de ser castigados por sus actividades durante la guerra.
El plan disponía que los fugitivos se reunieran en los puertos del Mediterráneo para ser posteriormente evacuados en barcos franceses e ingleses.
Desgraciadamente, aquel sueño no se realizó, ni los que quería pudieron llegar a los puertos de Alicante y Cartagena, ni los esperados barcos llegaron a nuestros puertos.
Sólo algunos elegidos pudieron salvarse de los campos de concentración o del pelotón de fusilamiento
Lo derrotados por lo nacionales, dispusieron de 20 días para huir, pero lo hicieron muy pocos por falta de medios.
En los aviones se fueron los altos cargos comunistas, algunos lo hicieron por mar y la gran mayoría de los soldados y mandos intermedios, se quedaron esperando en los puertos los barcos que nunca llegaron.
Así terminó nuestra Guerra Civil, en los muelles del puerto de Alicante, entre la alegría y júbilo de unos y los suicidios y el pánico de otros.
Comentarios recientes
25.11 | 00:55
Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura
16.11 | 05:32
Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.
28.10 | 14:04
Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.
Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.
23.10 | 15:49
Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.