A Relax Place
La mítica escena no deja de ser conmovedora:
“13 de septiembre de 1847, Juan Escutia, cadete del Colegio Militar, toma la enseña tricolor y decide arrojarse desde lo alto del Castillo de Chapultepec antes que verla mancillada por los invasores estadounidenses”.
La gesta de los niños héroes fue, por mucho tiempo, la leyenda romántica más socorrida de la historia oficial. La que nos gustaba escuchar cuando éramos niños. La que nos llevaba por un momento a pensar en aquella terrible jornada para la historia mexicana, donde cientos de hombres perdieron la vida en una guerra por demás injusta.
La heroicidad de poco más de medio centenar de cadetes –incluyendo a los seis conocidos–, más 832 soldados no tiene lugar a dudas.
Sin embargo, la versión de que Juan Escutia se envolvió en la bandera para salvaguardarla es falsa.
Para desgracia de los mexicanos, el pabellón tricolor cayó en manos estadounidenses, quienes lo arriaron del asta bandera para izar en su lugar, el de las barras y las estrellas.
La bandera mexicana fue enviada a Estados Unidos como trofeo de guerra y devuelta hasta 1978, para encontrar un lugar en el Museo Nacional de Historia, en el Castillo de Chapultepec.
La guerra contra Estados Unidos evidenció la división que existía entre los mexicanos; la ausencia de un sentimiento de unidad nacional y la incapacidad de la clase política de establecer un proyecto común contra un enemigo, que, si bien gozaba de superioridad técnica y militar, encontró resistencia tan solo en algunas ciudades del país. Buena parte, se cruzó de brazos para ver cómo se perdía más de la mitad del territorio.
México cumplía apenas 26 años de haber consumado su independencia y en el día de la Patria, sobre el célebre palacio nacional, ondeaba la bandera de Estados Unidos.
Ha sido la única vez en la historia, en que el gobierno, ha sido obligado a celebrar la independencia en otro lugar que no fuera la plaza mayor de la ciudad de México.
Lucas Alamán, intelectual de la época, historiador y crítico, escribió, no sin lamentarse:
“El día 3 del próximo diciembre se completan tres siglos cabales de [la] muerte [de Hernán Cortés] ¿Quién hubiera podido pensar en aquella época que, a los tres siglos de la muerte del gran conquistador, la ciudad que él saco de sus cimientos había de estar ocupada por el ejército de una nación que entonces no había tenido ni el primer principio?”
Una bandera que se llenó de Patria
Si bien la heroica hazaña del cadete envuelto en la bandera nacional no ocurrió en el Castillo de Chapultepec, la historia mexicana nos entregó un episodio que dejó testimonio de la heroicidad de otro combatiente, el cual ocurrió cinco días antes de la histórica fecha de los heroicos infantes, el 8 de septiembre de 1847, en la sangrienta batalla de Molino del Rey.
Los estadounidenses avanzaron sobre la posición mexicana creyendo que en ella se encontraba una fundición de cañones y una fábrica de pólvora. Varias unidades mexicanas se aprestaron a la defensa, pero al igual que en otras batallas de la campaña, los errores nacionales determinaron el triunfo de los invasores. Miembro del batallón Mina, el capitán Margarito Zuazo fue uno de los últimos oficiales en sucumbir ante el furioso embate del enemigo.
Sus jefes, el general Antonio de León y el coronel Lucas Balderas habían caído luego de batirse como fieras. El capitán Zuazo correría la misma suerte.
“Era un mocetón arrucado (avejentado) y listo –escribió Guillermo Prieto–; a la hora de los pujidos, él estaba en primera; él era muy hombre; le hirieron de muerte, y a chorros le corría la sangre… viéndose perdido, coge la bandera del batallón Mina matando a los que se echaban sobre ella… la dobla y la acurruca en su seno…”.
Con el pabellón en su poder, continuó luchando y tras sortear las balas de fusilería, la metralla de los cañones y las afiladas bayonetas, logró llegar al edificio principal de Molino del Rey.
“Allí se quitó la chaqueta y la camisa –continúa Prieto– y se enredó contra su cuerpo la bandera”. La amenazante cercanía de los invasores no lo amedrentó; cuando la batalla tocó la última llamada, el capitán regresó al combate. Las bayonetas invasoras no tuvieron misericordia de su cuerpo. Atravesado una y otra vez, Zuazo logró retirarse moribundo, buscando salvaguardar la bandera que, bajo su uniforme manchado de guerra y sangre, encontraba el calor de la patria en el cuerpo de uno de sus hijos que, por ella, entregaba la vida. Hasta la muerte debió reconocer su valor.
Margarito Zuazo es casi un héroe desconocido; un pequeño busto en bronce, dentro de la residencia oficial de Los Pinos da testimonio de su paso por la historia. De este héroe desconocido, el Castillo de Chapultepec guarda la preciada bandera que defendió con su vida. Los verdaderos héroes no se encuentran en la historia oficial.
Comentarios recientes
25.11 | 00:55
Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura
16.11 | 05:32
Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.
28.10 | 14:04
Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.
Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.
23.10 | 15:49
Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.