A Relax Place
por David Ruiz Marull || La Vanguardia
El historiador Jorge Marco argumenta que la derrota del ejército republicano no marcó el fin del conflicto, sino que transformó un enfrentamiento convencional a otro irregular.
La Guardia Civil apareció por sorpresa en un pequeño pueblo andaluz. Su objetivo era detener a tres jóvenes campesinos. Pasaron la primera noche en comisaría y luego fueron llevados a una fábrica situada en un lugar tranquilo. Allí, los torturaron durante horas y horas. A la mañana siguiente, la policía les entregó a los regulares, las temidas unidades del ejército compuestas por soldados procedentes de la colonia española en Marruecos.
Ataron a los jóvenes a los caballos y los arrastraron por un camino rocoso antes de apedrearlos. Había sangre por todo el trayecto, pero los muchachos -familiares o colaboradores de guerrilleros antifranquistas- aún seguían con vida. Así que los soldados cogieron sus armas y los remataron con un disparo en la cabeza. El registro los identificó con un simple “fusilados por la Guardia Civil”.
El historiador Jorge Marco defiende que el conflicto armado no terminó en 1939, sino que se alargó hasta 1952.
Los hechos no ocurrieron en 1936, ni tampoco en el 37. Ni tan siquiera ocurrieron durante el periodo conocido tradicionalmente como Guerra Civil española. Ocurrieron en Frigiliana, un pueblo de la provincia de Málaga, abril de 1950 y es uno de los ejemplos que permiten al historiador Jorge Marco, de la Universidad de Bath, defender que el conflicto no acabó en 1939, como siempre se ha dicho, sino que se alargó hasta 1952.
La derrota del ejército republicano, según explica Marco en un estudio que está a punto de publicar en la revista Journal of Contemporary History , no marcó el fin de la Guerra Civil, sino que la transformó de un enfrentamiento convencional a una guerra irregular.
“Describir la década de 1940 como un período de posguerra sería minimizar el conflicto armado que tuvo un gran impacto en las áreas rurales del país
y, al mismo tiempo, resonaba en las ciudades”, explica el investigador a La Vanguardia.
“Los derrotados –explica Marco- fueron obligados a pagar por acciones pasadas. La mayoría fue
clasificada por la dictadura como redimible y sometida a un intenso proceso de aislamiento, castigo y conversión forzada. Pero también hubo miles de republicanos que fueron considerados irredimibles y fueron ejecutados por tribunales militares”.
La magnitud de la represión fue tal que provocó una reacción en cadena que propició la aparición de los grupos guerrilleros y, con ello, la lógica de la violencia de contrainsurgencia, afirma el autor. “Por eso Franco combinó diferentes técnicas represivas, incluidos los tribunales militares y el sistema penal, además de una amplia gama de prácticas brutales y masacres contra civiles y combatientes que duró más de una década”, indica.
De campos de batalla abiertos a áreas aisladas de montaña y combates clandestinos en las ciudades. El caso de España, afirma el experto, guarda similitudes con el de la Guerra Civil polaca (1942-1948), la Guerra Civil griega (1946-1949) y otras guerras irregulares en los países bálticos (1944-1953), Ucrania (1944-1953) y Rumania (1944-1962).
Al menos 20,000 personas fueron asesinadas por la dictadura durante la década de 1940. Como admitió Eulogio Lima, uno de los mandos de la Guardia Civil encargado de eliminar toda la resistencia en España, en esa época se entró en “una guerra fría, callada y silenciosa”.
Pero estas cifras, indica el experto de la Universidad de Bath, no incluyen cientos de muertes causadas por la violencia contrainsurgente, que son “notoriamente difíciles de identificar”. Según fuentes oficiales, el número de fallecidos directamente atribuibles a la guerra irregular fue de 3,433, entre los que había 2,489 combatientes y 953 civiles.
Las estadísticas de la Guardia Civil indican, además, que 19,444 civiles fueron arrestados y juzgados por colaborar con los grupos guerrilleros antifranquistas entre 1943 y 1952, aunque indican que el número de intermediarios (miembros de la población civil que ayudó a los guerrilleros) podía estar entre 60,000 y 80,000.
“El número de muertes directamente relacionadas con la guerra irregular –argumenta Marco- debe estar entre 6,500 y 8,000 personas, con una división uniforme entre civiles y combatientes. De éstos, entre 5,000 y 6,500 fueron víctimas de la dictadura. Estas cifras son significativamente más bajas que las de las guerras irregulares que tuvieron lugar después de la Segunda Guerra Mundial en Ucrania, Lituania y Grecia, aunque tiene similitudes con Polonia, Letonia, Estonia y Rumania”.
La dictadura de Franco aprobó dos leyes específicas para reprimir al movimiento guerrillero: la Ley de Seguridad del Estado en 1941 y el Decreto de bandidismo y terrorismo en 1947. Ambos permitieron a los tribunales sentenciar a miles de intermediarios (y guerrilleros) a prisión o muerte. Sin embargo, la mayoría de los civiles fueron asesinados en masacres, particularmente durante el período conocido como “los tres años de terror” entre 1947 y 1949, explica el investigador a La Vanguardia.
Jorge Marco entiende que, durante los primeros años, la estrategia fue de combate directo formando grupos mixtos de guardias civiles, policías y falangistas para combatir a los guerrilleros. A partir de 1944, se empezó a usar de forma más amplia la guerra psicológica, el uso de la inteligencia militar y la persecución de las redes de apoyo.
También se contó con la asistencia adicional de 100,000 civiles, principalmente voluntarios falangistas, que desde 1945 formaron grupos paramilitares conocidos como Somatén. “El alto grado de brutalidad empleado por las fuerzas militares y paramilitares en esta guerra irregular estaba en consonancia con el hecho de que el enemigo interno había sido deshumanizado”, admite el historiador.
Una de las técnicas de represión que tuvo mayor efecto psicológico en la población fue poner los cadáveres en exhibición pública. Esta práctica fue habitual en las primeras semanas de la guerra civil, hasta que fue prohibida por las autoridades militares en febrero de 1937. La dictadura, sin embargo, la restableció.
Una técnica de represión que tuvo alto efecto psicológico en la población fue exhibir cadáveres públicamente.
La mayoría de masacres de civiles, asegura Jorge Marco, tuvieron lugar lejos del ojo público. “La Guardia Civil, por lo general, arrestó a los campesinos o los sacó de la prisión y los llevó a zonas periféricas para asesinarlos. Los informes oficiales generalmente ocultaron estos hechos afirmando que se aplicaba la Ley de Fugas: el asesinato de una persona con el pretexto de que había tratado de escapar de las autoridades”, remarca.
“A excepción de unas pocas docenas de hombres que decidieron no entregarse y murieron en silencio o permanecieron escondidos hasta el final de la dictadura, los guerrilleros depositaron sus armas a finales de 1952. Franco había derrotado finalmente a sus enemigos tras someterles a más de una década de terror. Pero no hubo ninguna declaración oficial que pusiera fin a la Guerra Civil”, concluye Marco.
Comentarios recientes
25.11 | 00:55
Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura
16.11 | 05:32
Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.
28.10 | 14:04
Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.
Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.
23.10 | 15:49
Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.