Lola Beltrán o Lola "La Grande"


Lola Beltran en concierto en el Olympia de París, en 1979. (Bertrand Rindoff Petroff/Getty Images) (Bertrand Rindoff Petroff via Getty Images)

Por Miguel Cane

Fue "Lola la grande", probablemente la cantante de ranchero con la voz más distintiva de su generación; además de ser alta y de anchos hombros, Lucila Beltrán, nacida en Rosario, Sinaloa, el 7 de marzo de 1932, tenía una voz de contralto única, que le permitía alcanzar agudos y bajos con una elegancia y efectividad sorprendente, siendo considerada a la misma altura que Lucha Villa o Lucha Reyes, quienes también tenían voces profundas, ideales para la canción ranchera —un terreno que estaba prácticamente dominado por hombres.


El atractivo particular de Lola, era que además de su presencia imponente y esa voz de la que hablábamos, la sinaloense era una mujer radiante de carisma, algo que de inmediato la hizo una favorita con el público, que encontró en ella una mujer única, muy peculiar, con un sentimiento especial que a veces la llevaba casi al borde de las lágrimas al interpretar temas que fueron su rúbrica como 'Cu currú cu cú, Paloma'.


Ahora bien, si en los escenarios (desde “El Patio” en la Ciudad de México, numerosas arenas, teatros y hasta el Olympia de París -donde cantó Edith Piaf, que le gustaba mucho a Lola) era una figura fulgurante, fuera de ellos su esfuerzo por tener una vida equilibrada y feliz era agotador; tenía inseguridades que la atormentaban, combatía un alcoholismo y no fue feliz en el amor por numerosas razones ligadas a esas mismas inseguridades.


Su único matrimonio, en 1961 fue con el actor y torero Alfredo Leal, con quien tuvo una hija, María Elena, que hizo una carrera como periodista y comentarista de noticias para Televisa. Siendo ambos de carácter fuerte —y según algunas fuentes de la época, también bebedores—, tenían disputas constantes que culminaron con el fin del matrimonio antes de una década.


Leal se volvería a casar y siempre tuvo una relación buena con su hija, mientras que Lola nunca volvió a casarse y no volvió a conocérsele una relación sentimental de carácter público (hay sospechas soslayadas de que podía haber estado luchando para suprimir una posible bisexualidad, pero las fuentes que lo aluden nunca pudieron comprobarlo), en entrevistas, Lola era hermética al respecto de su vida sentimental, y no soltaba prenda; aunque su vida ya solo la compartió con su hija, un círculo de amigas cercanas, sus colaboradores musicales más estrechos y José Quintín, un niño, posteriormente un joven, a quien tenía como entenado y al que llamaba su hijo, aunque nunca lo reconoció formalmente y esto generaría serios problemas años después.


Como actriz, Lola no era una figura muy versátil, pero sí efectiva: su gesto adusto, su voz hombruna y alta estatura, le servían muy bien para ponerse al tú por tú con toda una pléyade de compañeros artistas, como Antonio Aguilar, Miguel Aceves Mejía y hasta Emilio "indio" Fernández, aunque también podía generar empatía y hasta ternura como le pasó con Libertad Lamarque en el melodrama 'Canción del alma', que se realizó el mismo año en que se convirtió en madre.


Solo una vez participó en una telenovela Lola, siendo la única estrella del vernáculo que fue protagonista de una, en 1973, en “Mi Rival”, a la que no le fue tan mal ni tan bien, no tanto por las actuaciones, sino por el hecho de que para el público era prácticamente imposible entender a quién se le ocurriría poner de madre e hija a Lola Beltrán y la eximia Saby Kamalich, que eran casi de la edad (solo tenían entre 5 y 7 años de diferencia en edad); después de esta experiencia, aunque tuvo ofertas para volver a los foros, Lola no aceptó; la actuación la cansaba y absorbía mucho su tiempo, donde ella prefería seguir cantando y haciendo sus giras internacionales, aunque esto no necesariamente significa que se apartara de la TV.


En 1976 fue anfitriona durante dos meses del programa “Noches tapatías”, que tenía un elenco variable, y entre 1982 y 1984 fue la titular todos los martes por la noche de “El estudio de Lola Beltrán”, en el que se presentaba lo más selecto de la música mexicana y también daba oportunidad a nuevos valores.


Muy famosa fue la ocasión en la que una cámara de cine —cuando los noticieros se filmaban en cine— captó a María Félix y a Lola en un restaurante parisino después de una de las presentaciones de la Grande, en la que ambas se echaban varios tragos, se ponían hasta la peineta y se hacían elogios mutuos y confidencias. Lola se dejaba ver como una mujer sensible y apasionada, aunque también vulnerable detrás de la fuerza que proyectaba.


Las cosas se vinieron a complicar cuando el 24 de marzo de 1996 Lola murió repentinamente a causa de un trombo embolismo pulmonar en Ciudad de México. Se le sepultó con honores casi como de realeza en Rosario y en su lindo Mazatlán se erigió una estatua suya (hay otra en Garibaldi) pero de ahí surgieron los problemas: la herencia de Lola se la empezaron a disputar sus dos herederos, María Elena, su hija biológica y José Quintín, a quien después de años de convivencia, la comunicadora (que también pasó por una fase de ser cantante de rock and roll) desconoció a su hermano adoptivo y le metió un pleito legal.


Este se arrastró por años, siendo un verdadero escándalo; Queta Jiménez, "La prieta linda", tía de Ángela Aguilar e íntima de Lola, defendió a José Quintín a capa y espada, generándose tensiones entre uno y otro bando, hasta el 24 de agosto de 2005, cuando un juzgado superior otorgó por partes iguales, mediante un juicio de amparo, la cuantiosa herencia de la cantante a los dos.


Desde entonces, la relación entre ambos ha sido ostensiblemente cordial, cosa que María Elena Leal confirmó en el funeral de la hermana de Flor Silvestre, que fuera tan cercana a su madre.


“Sí, no tenemos ningún problema. José Quintín hace su vida, y yo la mía. Yo sería incapaz de externar ningún sentimiento negativo hacia él bajo ningún concepto, aparte pues convivimos muchísimo (cuando él era niño) y tenemos muchas cosas y muchos recuerdos en su gran mayoría y lo digo honestamente, sumamente favorables y positivos y buenos. José Quintín tiene 50 por ciento (de la fortuna de Lola) y yo tengo 50 por ciento, y así quedó el acuerdo desde hace mucho tiempo en el juzgado”.


Todo esto es naturalmente la versión de Leal Beltrán, ya que José Quintín no habla públicamente del asunto hace años, pero la versión que sostienen las amistades de Lola, que apoyan a uno u otro bando, es que la relación entre los hijos de la cantante es forzada, algo que se sumaría a sus muchos tormentos y le rompería el corazón si pudiera verlo ahora que estaría cumpliendo 90 años.