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Putin culmina la obra que la emperatriz Catalina II dejó inacabada hace 231 años y dota a Moscú de uno de los
El palacio moscovita de Tsarítsino, que empezó a construirse por orden de la emperatriz Catalina II en 1776, no llegó a ver concluidas sus obras. El edificio quedó a medias tras la muerte de la zarina, acaecida en 1796, y con el paso del tiempo quedó convertido en ruinas. Ninguno de los zares llegados después al trono se decidió a continuar la construcción como tampoco lo hicieron los comunistas tras la revolución de 1917. Algunos de los pabellones del complejo temporalmente fueron habilitados para albergar viviendas o la sede de algún organismo en la época soviética.
Borís Yeltsin, bajo cuyo mandato reaparecieron muchas joyas arquitectónicas que los bolcheviques dinamitaron sin piedad, tampoco hizo nada por recuperar aquel monumento histórico inconcluso. El parque de Tsarítsino, palabra rusa que significa ‘lugar de la zarina’, ha estado completamente abandonado hasta hace pocos años y era uno de los lugares preferidos de reunión de drogadictos, amantes de lo gótico, punkis y otras tribus marginales.
El contorno de sus desconchadas paredes de inspiración gótica se dibujaba entre los árboles y la maleza, ofreciendo un fantasmal espectáculo al caer el sol. Los moscovitas lo llamaban ‘‘nuestro coliseo’’, por su aparente similitud con las ruinas romanas. Sin embargo, una señora que vive en una casa cercana al parque piensa que ‘‘aquello era un basurero’’.
Y así fue hasta que el presidente Vladímir Putin decidió culminar lo que empezó Catalina II (la grande) hace 231 años. La reconstrucción comenzó en 2005 y ha incluido, no sólo el palacio principal, sino otro más pequeño; las cocinas, numerosos pabellones, una enorme galería que une los edificios, una iglesia, las puertas de acceso al parque, tres puentes y la remodelación de todo el parque, de estilo inglés que es como lo diseñó Francis Reed. Todo se ha hecho respetando el proyecto original de los arquitectos rusos Vasili Bazhénov y Matvéi Kazakov.
Como antigua capital que había sido hasta 1712, Moscú continuaba manteniendo su importancia. Casi todos los nobles tenían vivienda en la ciudad. La residencia real en Moscú seguía siendo el Kremlin, aunque los zares poseían además alguna que otra mansión en lugares pintorescos de los alrededores. Pero a Catalina II no le gustaba ninguno de esos palacios, aunque sus estancias en Moscú solían no ser demasiado largas, y decidió construirse uno propio. El lugar elegido para ello fue una enorme y bella finca llamada Lodo Negro, que después adquiriría el nombre de Tsarítsino. Se la vendió el príncipe moldavo Dmitri Kantemir en 1775.
La idea era erigir un conjunto palaciego equiparable en suntuosidad a los de San Petersburgo, pero no de estilo francés –imperante en aquella época– sino ruso. El proyecto que propuso Bazhénov incluía elementos de la arquitectura rusa, pero lo que más sobresalía eran los arcos ojivales góticos. La mezcla de estilos no pudo evitar la influencia francesa. Catalina II dio el visto bueno y los trabajos comenzaron en 1776.
En 1785, cuando Bazhénov había casi terminado las obras, Catalina II se trasladó a Moscú para ver cómo estaba quedando. A la emperatriz, famosa por sus caprichos y lances amorosos, no le gustó nada lo que vio. Las habitaciones le parecieron demasiado pequeñas y consideró detestable que el arquitecto colocara símbolos masónicos por toda la fachada. Bazhénov fue sustituido por otro arquitecto y se ordenó la destrucción total del palacio principal. Sobre sus cimientos surgió el que diseñó Kazakov, cuya construcción se detuvo tras la muerte de la emperatriz. No obstante, otros edificios menores fueron casi terminados.
Putin ha materializado ahora el sueño que Catalina II nunca pudo ver hecho realidad. Los palacios y el parque de Tsarítsino abren hoy por primera vez sus puertas al público en el marco de las fiestas conmemorativas del 860 aniversario de la fundación de Moscú. El resultado final de toda la remodelación puede calificarse sin duda alguna de espectacular.
Moscú posee otras quintas de gran belleza, como Kuskovo, Arjanguelskoye u Ostánkino, pero quizá no tan singulares. Su director, Víctor Egórichev, sostiene que Tsarítsino ‘‘no es sólo un museo, es también un centro turístico y de recreo en el que, además de conciertos y todo tipo de certámenes, tendrán lugar también, muy probablemente, cumbres y visitas de jefes de Estado extranjeros’’.
Comentarios recientes
25.11 | 00:55
Jorge gracias, esa es la idea de este blog, compartir datos históricos y otros divertidos, siempre con la idea de cultura
16.11 | 05:32
Verdaderamente ilustrativo, gracias por compartir estas enseñanzas.
28.10 | 14:04
Leí hace años de una mujer a la que le habian desaparecido varios empastes y tenia esos dientes sanos.
Además, existen una serie de fotografias, de logos en vehículos, que atestiguan la veracidad.
23.10 | 15:49
Los Griegos ganaton a los Atlantes-Iberos.